Cada día, cada mañana al levantarte no digas otro día para soportar, sino otro día para superarme: “Si la realidad es dura, reforzaré mi ‘yo’, lo haré más resistente, me arriesgaré a superar la limitaciones que me he impuesto”. Desobedece el aprendizaje al que te han sometido. No eres un inútil. Te han convencido, te han sembrado ese autoesquema y lo has hecho tuyo.
Crea otra historia a partir de ahora, otro relato. No le creas a los que te señalan como inepto. Desóyelos y toma el mando. Desde este instante, pesará en ti más tu autoevaluación que la evaluación externa. Tienes que llegar a decir: “Nadie sabe más de mí, que yo mismo”, y si no les gusta, que no miren ni se metan. Y si además no creen en ti, ¡pues aléjate de ellos! Quédate con esta máxima de Erick Fromm: “No puede haber libertad sin que exista la libertad de fracasar”.
Revisa tus metas. Te han colgado un rótulo o te lo has colgado tú. Quizás has reforzado esa idea de que no eres competente tratándote mal a ti mismo o siendo duro con tu persona. Es una posibilidad. Si es así, baja la autoexigencia y ya no te evalúes con criterios severos y rígidos. La gente que sufre de ambición desmedida suele afectar negativamente su autoeficacia porque sus objetivos se tornan inalcanzables. Pero lo contrario tampoco sirve: si tus propósitos son demasiado pobres, nunca sabrás de qué eres capaz.
Solución: objetivos sensatos y manejar aspiraciones inteligentes que te exijan, sin destruirte. No te resignes al miedo. Oblígate razonablemente, todos los días un poco más hasta que puedas tener el músculo de la confianza. Si la persona que supuestamente te ama, no te deja ser y hacer porque “no eres capaz” tienes que revisar todo. Arranca entonces ese cartel de incapaz que pende de tu mente, rómpelo, quémalo, hazlo trizas. Va esta frase de Albert Camus para que la hagas tuya, sobre todo, en aquellos momentos en que parece que tus fuerzas se acaban, Llévala en el corazón: “En la profundidad del invierno, aprendí que en mi interior hay un verano invencible.”
Elimina de una vez por todas los pensamientos automáticos negativos frente a tus capacidades: “No soy apto”, “No soy hábil”, “No estoy capacitado”. No los dejes entrar a tu mundo interior. Elimínalos, para que puedas decirte: “No escaparé, le pondré el pecho al vendaval”. La verdadera decepción, respecto a uno mismo, no surge de no alcanzar los objetivos que persigues, sino en no intentarlo de manera seria y comprometida.
No te empeñes en recordar lo malo: la memoria puede ser muy cruel, si solo la alimentas de las veces en que te ha ido mal. Este sesgo negativo del recuerdo, lo único que hará es confirmar las falsas razones que sustentan tu idea de inutilidad. Mejor una memoria objetiva, que vea lo bueno y lo malo. Lo bueno para felicitarte a ti mismo y disfrutarlo; lo malo para modificarlo, en vez de lamentarte y llorar sobre la leche derramada.
Un pensamiento constructivo que te levantará el ánimo si no logras alcanzar un objetivo
Eres un proceso en plena actividad, la vida misma lo es. Por lo tanto, no tomes tu conducta como un hecho inmodificable, estático y sin historia ni futuro. Siempre estamos en un continuo aprendizaje, es la impermanencia de los budistas y la transitoriedad de todo, incluso de tus errores. Cuando falles, date la oportunidad de poner las cosas en perspectiva.