Traduce tu vida a una narrativa escrita en la que se afirme tu “yo”. Abre los ojos y observa cómo actúas en la realidad. Revísate, critícate positivamente, rastrea tu proceder, explórate por dentro y por fuera. No andes atontado por el mundo. Hazte cargo de ti, empieza a frecuentar tu intimidad.
¿Cómo hacerte cargo de ti mismo, si no crees en ti? En lo más profundo de tu ser hay un guerrero consumado dispuesto a enfrentar cualquier contienda, a superar los reveses que sean, a seguir viviendo con dignidad. ¿Por qué no lo dejas salir? No esperes a que aparezcan las oportunidades para ponerte a prueba, ¡fabrícalas! Crea tu entorno, desafía la adversidad.
Para dirigir tu vida, necesitas la convicción profunda que ante un problema, harás lo mejor que puedas hacer. Y para hacer esto, solo necesitas voluntad, ganas de llevarlo a cabo y rebelarte contra la idea de “invalidez” que tienes instalada. Repito una vez más: desobedece a los que te enseñaron a dudar de ti, hazles la contra y quiérete sin condiciones. ¿Qué es difícil? ¡Obvio! Todo lo que vale la pena en la vida lo es. No hay anestesia para esto.